El plan es inmejorable, un fin de semana completo en una Ciudad legendaria e inspiradora de leyendas nos espera.
Toledo, la misma ciudad que atrajo a cada pueblo que pasó por la península, se levanta orgullosa e imponente sobre una de las revueltas del Tajo.
Bellísima, se nos ofrece en cada calle, cada edificio, en cada arco de cada casa y casi en cada piedra, y nos inspira, como ya hizo en su momento con grandes personajes de la Historia.
Caballeros perfectos como Garcilaso de la Vega, románticos como Bécquer y Zorrilla; realistas como Galdós incluso hombres de ciencia como Gregorio Marañón se han dejado seducir por Toledo, y ella, una cosa por la otra, fue su inspiración.
Dominada por la Iglesia y los militares, a veces díscola, pero siempre a mitad de camino entre los lugares sagrados y la vida pública, Toledo ha logrado forjarse un carácter peculiar.
Una bienvenida de cuento: Viernes por la tarde
Acabamos de llegar en tren. Pasamos a la Estación y recibimos la primera impresión.
Pocas ciudades dan la bienvenida como ésta: abrimos bien los ojos para disfrutar del artesonado, la yesería y la cerámica neomudéjar que nos recibe y que desde el mismo momento de su construcción fue declarada Patrimonio Nacional y después Monumento de Interés Cultural. Por cierto, el 4 de marzo acaba de cumplir 100 años .
Salimos y apenas comenzamos a subir hacia el casco histórico lo primero que encontramos es el Puente de Alcántara uno de los brazos que une Toledo, subida en su Torre de Ívori, con el resto del mundo.
Un ligero viento nos susurra que todo el fin de semana será así: una aventura increíble, un abrazo a la historia, un cosquilleo de emociones en el estómago.
En efecto, hemos llegado a la Ciudad de la Tres Culturas, a la capital visigoda, a la ciudad de la Escuela de Traductores, de las sinagogas, las mezquitas, las iglesias, los conventos y afortunadamente de cosas mucho más mundanas pero no menos deliciosas como el mazapán, las carcamusas y el vino.
Todo esto y muchísimo más se puede disfrutar en la pléyade de restaurantes, bares y cafeterías de todo estilo y condición que podemos encontrar, y hay disponibles planos y mapas turísticos y gastronómicos que te ayudarán a localizar todos estos lugares.
Es necesario cruzar a pie la bellísima e imponente Puerta de Bisagra para comenzar la inmersión en la ciudad por los antiguos arrabales donde se encuentra la Iglesia de Santiago el Arrabal y las primeras cuestas que nos llevan a la Puerta del Sol.
Efectivamente, Toledo también tiene su Puerta del Sol, porque una ciudad como esta puede tener lo que quiera.
El alojamiento es variado, hoteles, hostales, apartamentos… Pero si el bolsillo lo permite, el Hotel Eugenia de Montijo puede ser una maravillosa manera de introducirse en la vida toledana y el bullicio del centro que vertebra la calle Comercio.
Llega la noche y ya hemos pateado las principales calles del centro, una de las más curiosas la llamada “Hombre de Palo” que recuerda al autómata de madera que construyó Juanelo Turriano, el relojero de Carlos I.
Manuel Mújica Laínez sitúa el inicio de su novela El laberinto en esta calle en la que se encuentra la casa del protagonista Gines de Silva, el muchacho que se puede ver en la parte inferior de “El entierro del Conde Orgaz”.
Una obra oportunísima para leer o releer este año, cuando celebramos el IV Centenario de la muerte de El Greco y una excusa maravillosa para conocer o profundizar en lo que ya sabemos de Toledo, que se ha puesto de fiesta.
¿Dónde Cenar?
La cena la podemos hacer en cualquiera de los muchos restaurantes del casco que han sabido unir modernidad y tradición, pero como es tarde, una buena opción “toledana” puede ser el agradable rincón del Corralillo de San Miguel, con dos restaurantes que nos encantan, el Ludeña y sus carcamusas o el ciervo estofado de El Corralito, justo detrás de Zocodover.
Para acabar el día, una ruta turística nocturna nos permitirá pasear por el Toledo que prefiramos: el mágico, el sefardí, el de la Inquisición, el de las cuevas, el de las leyendas, el romántico…
Y puesto que es viernes, antes de irnos a digerir tanta emoción podemos pasar por la Sala Los Clásicos (antiguo Garcilaso), a tomar la (pen)última.
Cobertizos y museos. Sábado por la mañana
Comenzamos la jornada en la parte alta de la ciudad más conocida como el barrio de Los Cobertizos. El origen de estas calles se encuentra en el crecimiento de los conventos gracias a las donaciones de casas contiguas. Como las propiedades se expandían, para evitar que religiosos y religiosas salieran a la calle se construyeron estos pasadizos aéreos que unían propiedades y que dieron lugar a una especie de calles tapiadas.
Una visita nocturna por los de Santo Domingo el Real, el de San Pedro Mártir o el Callejón de la Soledad acompañados de alguien que nos hable de los duelos que allí tenían lugar o nos cuente historias de amor entre penumbras es imprescindible.
Pero todavía es sábado por la mañana y no hay que adelantarse, muy cerca de los cobertizos se encuentra el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda; para los amantes del arte es una visita obligatoria por su continente, la Iglesia de San Román del siglo XIII, y por su contenido.
Los Concilios de Toledo
A mediodía el cuerpo pide reposo así se puede tomar una caña o un vino de la tierra en el Círculo del Arte, una iglesia sin culto desde 1842 que ha sido museo religioso, almacén, aulario y ahora, centro de arte con una intensa actividad artística y de ocio.
La comida la podemos hacer en Alfileritos 24, un restaurante muy recomendable tanto por su comida como por su diseño ubicado en la calle que le da nombre o el Jacaranda, ubicado en una casa antigua con un encanto especial, para tomar unas tablas de quesos, patés o incluso una fondue de queso.
Vistas desde El Valle. Sábado por la tarde
Para conocer Toledo hay que conocer su entorno, desde el “Arroyo de la Degollada”(cuya leyenda encierra una trágica historia de amor alimentada por la intolerancia religiosa) hasta el Puente de San Martín y los Cigarrales, antiguas fincas de esparcimiento situadas al sur del Tajo, muchas reconvertidas hoy en día en restaurantes, centros de convenciones y en cualquier caso parajes extraordinarios para todo tipo de celebraciones. Aunque sólo sea una visita rápida, cada uno de estos lugares la merecen.
Después de tarde tan intensa, es necesario hacer una parada en la Venta del Alma, un lugar tan especial como su nombre y después seguir por la carretera del Valle antes de que anochezca del todo para ver las vistas de Toledo desde la ermita.
Desde allí la imagen que se nos ofrece nos recuerda mucho a las que pudo ver El Greco. ¿Y qué mejor manera que homenajearle que desde allí, evocando sus cuadros?
Leo en la web oficial del IV Centenario que ‘Vistas de Toledo” era el cuadro favorito de Hemingway y que solía visitarlo en el Metropolitan Museum de Nueva York… Así es esta ciudad.
¿Cenar? Podemos aprovechar que estamos allí para quedarnos en La Ermita, el restaurante con las mejores vistas de Toledo, aunque cualquier otra opción en el casco histórico es válida: El Trébol, Com.es, La Mar de Bien, La Cancela, todos en el entorno de Zocodover.
Mazapán y campanas; Domingo por la mañana
Temprano, las campanas de la catedral nos sacan de la cama, es domingo ¡y todavía no la hemos visitado! Iremos a primera hora porque se necesita un buen rato para visitar sus capillas, museos, tesoros, salas y su torre con la famosa campana gorda.
Luego, con el ánimo en sosiego nos encaminaremos hacia la calle Santo Tomé y el Museo del Greco y por descontado compraremos mazapán en el obrador más famoso de la ciudad que lleva el nombre de la calle, aunque también El Foro de Toledo o en los distintos conventos que hay en esta zona que hacen mazapán artesano.
Seguimos por la misma hasta que al final nos encontramos con la Iglesia de San Juan de los Reyes.
Allí se pueden ver de nuevo unas vistas incomparables de Toledo que nos incitan a sumergirnos una vez más en sus calles que son pura historia como se puede apreciar en la cercana judería y las Sinagogas del Tránsito y Santa María La Blanca.
Ya es muy tarde, el día ha pasado en un soplo y el tiempo comienza a urgir, tenemos que volver sobre nuestros pasos. Lo hacemos pasando antes por la taberna El Botero muy cerca del Ayuntamiento, donde podemos picar o comer, las dos opciones son buenas.
Y ahora sí, nos vamos. Cuando cruzamos de nuevo la Puerta de Bisagra tenemos la sensación de que dejamos algo grande, que descendemos del paraíso a la prosaica realidad.
Toledo nos deja marchar!!! Sin embargo, cuando giramos la cabeza por última vez desde la estación nos brinda un atardecer teñido de colores en una mezcla imposible de rosas, lilas, amarillos, rojos y naranjas, y a través del viento nos susurra de nuevo al oído que sí, que deja que nos vayamos porque sabe que volveremos porque aún no la conocemos.